Amistad
Fue una tarde. Por la ventana, un menudo bulto, como veloz rayo de plumas, entró en el rancho. Confuso y turbado, volaba ligero de un rincón a otro, sin acertar, aunque la tenía franca por la puerta y la ventana, la salida. Finalmente, cansado, se detuvo en una rama de molle que salía de entre la paja del techo. Acaso, para que algún su compañero, dolido de su mal, acudiese en su ayuda, lastimoso y tierno, dio a quejarse. Achala, no sea que se estropease la dulce voz, lo espantó con un haz de paja, logrando que saliese, sano y salvo, por la puerta.
Desde entonces, el chingolo venía todas las tardes y, en el alero del rancho, con dulzura y con terneza, cantaba a porfía.