Convalecencia

Mancilla está malo. Temprano de mañana, Achala ha entrado en la cuadra, para el diario paseo matinal, y lo ha hallado tendido, cuan largo es, en su pobre pesebre de paja. A su entrada, el burrillo ha alzado con esfuerzo la cabeza a mirarlo, y luego la ha dejado caer, levantando, con un triste suspiro desmayado, una súbita nube de motas de polvo, paja y boñiga. Los frutos de los tabaquillos, su único pasto en el invierno, tan amargos, lo debían de haber enfermado.

Haciendo una almohada de la albarda, y juntando paja como cama, Achala se ha acostado, para pasar día y noche a su lado. Mancilla, de rato en rato, abría los ojos apenas, lo miraba como agradecido y, vueltos a cerrar, suspiraba, aliviado...