El Chingolo Nocturno
En el alero del ranchillo, ha roto a cantar, blando y amoroso, el chingolo. Tenía el nido cerca, escondido en algún tabaquillo del monte, y todas las tardes se venía a cantar, y en el atardecer violeta, el cerro lejano que lo escuchaba, se volvía tan azul que se hacía cielo. Era cierta su visita... Ya robaba, osado, una paja para el nido, ya escrutaba las boñigas frescas de Mancilla, ya vigilaba el patio en busca de algún insecto, ya retozaba, alegre, en el agua clara...
A la noche, cuando todo se estaba en silencio durmiendo un blando sueño, cuando la luna campeaba más sola en el cielo estrellado, cuando el búho, desde la rama tortuosa, encendía las ascuas de sus ojos de fuego, cuando los ojos de Mancilla brillaban duros, vidriosos y húmedos cual dos negros diamantes, cuando el sosiego era insondable, de profundo, de inefable, el chingolo, dulce y sentido, rompía a cantar como si fuese de día...
El búho, para escucharlo, su siniestro ulular suspendía, y los ojos de Achala se ponían nubosos de llanto, mas de los ojos no llovía...