El Venablo Luminoso

El día era triste y largo. Achala estaba acostado en su pobre cama de paja. Dentro del rancho, todo estaba a oscuras. Sólo el agua se oía. Entraba, por un agujerillo en la mezcla de barro y paja, un polvoriento rayo de luz, que, luminoso venablo, se clavaba en la haz de la gran peña, donde engastaba una redonda y luciente monedilla de oro. Achala contemplaba, de sí mismo ajeno, las motas de polvo, que erraban a la deriva, constreñidas de tinieblas. Afuera, Mancilla rebuznaba largamente, y su rebuzno parecía dilatarse en ecos, cañada abajo.

El día era largo y triste.