Hora Plena

La hora es dulce en el cielo tiernamente rosado, dulce y triste cuando empiezan a resplandecer las primeras estrellas crepusculares.

A recogerse en los nidos, los últimos tordos regresan, en bandadas. Mancilla pace a sus anchas, escogiendo caprichosamente las hierbas más tiernas, y su rumiar verde y espumoso suena, crujiente, en el hondo silencio dormido. Por entre verdes musgos y negros berros, el agua en sombra pasa. Gualdas y glaucas, las algas ondean blandamente, en un fluir de ensueño.

A la luz que languidece, las cosas se enajenan de colores, y sus sombras se alargan, y oscurecen. Vagamente enrojecidas, las pajas amarillean tan encendidas que, a menearse en el viento, llamas parecieran.

Achala se sentía manso y humilde de corazón.