Recato
En el fondo, entre la blanca arena menuda, brillaban, heridas de sol, infinitas chispas de mica. U... Uuu... Uuu... El blando arrullo de unas palomas ahondaba el sopor de la siesta. Y era tan ameno, tan apacible, tan sereno el sosiego, que sólo el agua mansamente se movía. Como el acezo de un aliento, una húmeda tibieza sudorosa enervaba todo de una languidez enferma.
Llegaba apenas, con un leve suspiro desmayado, un aura suave que las pajas, unas con otras, anudaba en un confuso abrazo. Y las flores de los cárdenos cardos, jugosas y vellosas, de par en par abiertas, largamente bebían la clara luz del sol.
Achala estaba sin sentido, contemplando solamente, en los grandes espejos negros de Mancilla, su imagen, toda informe y desvaída.