Paseo Matinal

Achala ha salido a coger hierbas olorosas y medicinales con Mancilla, compañero de todos sus paseos. La mañana está turbia, vibrante y sonora de trinos cristalinos, y un aura fresca consuela el sopor y lava los humores calentados con el sueño. Mancilla tiene, hasta las rodillas, mojadas las patas, y la blanca barriga aljofarada, en diminutas perlas, de rocío matutino. ¡Ah! ¡Cuán fresca, cuán pura, cuán mansa el aura! Y la mañana, ¡cuán alegre, cuán clara, cuán serena!

De cuando en cuando, Mancilla, mansamente indócil, se para a pacer las hierbecillas más tiernas y verdes que guarnecen, con mariposas blancas y rojas por flores, el sendero. Achala, concesivo, lo deja hacer a sus anchas, perdiendo la mano, distraídamente, por la honda suavidad plateada de su pelo. En la alforja, pone, así como las coge, las diversas hierbas, que despiden como la húmeda esencia de un efluvio fragante, que embalsama, de espeso. ¡Cuán grato para Achala aspirar, hasta henchir el pecho, el vaho aquel, deliciosamente oloroso, fresco y mojado!

La tarde caía ya, y Achala, caballero sobre Mancilla, bajo un sangrante cielo anochecido, volvía con el alma olorosa a peperina, a tomillo y a romero...